La vida de los habitantes de Maní se ha desarrollado en torno al recinto religioso, su amplio atrio, la espaciosa huerta y el místico encanto de la antigua construcción franciscana.
La fachada del templo y cada rincón del edificio tienen reminiscencias coloniales. La capilla abierta o "de indios", el detalle de la arquería de piedra labrada que rodea las puertas de madera, las inscripciones en la entrada principal, el escudo de la Orden Franciscana Menor, los andadores de piedra y la disposición arquitectónica del conjunto son dignos de admiración.
En el convento de Maní, cuyo patrono es San Miguel Arcángel -vencedor del Dragón (Satanás), según las Sagradas Escrituras-, el tiempo parece haberse detenido. El silencio que inunda los corredores y el jardín interior invitan al vuelo de la imaginación del visitante. Casi se puede vislumbrar las huellas de los frailes que habitaron ahí, escuchar los cantos gregorianos o el sonido de la noria con la que se extraía agua para regar la huerta; también percibir el aroma del incienso o el calor de las velas y veladoras encendidas ante una imagen religiosa, y consumidas hasta que la cera adquiere caprichosas, frágiles formas.
el 29 de septiembre de 1999 -festividad de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael- el convento de Maní cumplió 450 años de existencia. Es "mayor de edad" que la Catedral de Mérida, que el año pasado celebró el cuarto centenario de su edificación.
La localidad de Maní está a 100 kilómetros al sur de Mérida y 14 km al oriente de Ticul, en la Ruta de los Conventos.
Semblanza histórica.- El convento franciscano se construyó con el trabajo de unos seis mil descendientes de la dinastía maya de los Xiues hacia 1549, según los historiadores. La edificación resguarda valiosas joyas de arte sacro colonial, como los siete retablos de madera tallada con columnas de estilo salomónico que adornan el presbiterio y los muros norte y sur de la nave principal.
El diseño arquitectónico, obra de Fray Juan de Mérida, incluye elementos estructurales de gran belleza, como se puede apreciar en la fachada de la iglesia y la capilla abierta.
El templo tiene dos espadañas en la parte superior del frontispicio, pero sólo una conserva campanas. Una estatua de piedra del Arcángel San Miguel complementa la austera decoración de la fachada.
La historia del convento franciscano de Maní es también fuente de polémica. En ese lugar se efectuó el 12 de julio de 1562 el primero y único auto de fe en Yucatán, a cargo de Fray Diego de Landa.
Según el tomo I del "Catálogo de Construcciones Religiosas de Yucatán", el edificio colonial está integrado por atrio, templo, convento y huerta, la que aún se conserva en buena medida.
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El templo de mampostería, con una superficie de 1, 168.06 metros cuadrados, es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón, hasta el presbiterio, con sencillas lacerías (ornamentación arquitectónica compuesta de anillos unidos entre sí o de formas vegetales estilizadas) que le dan aspecto de bóveda de crucería.
Tiene cuatro capillas que son: las del Sagrario, del Santo Sepulcro, de las Animas y la del Bautisterio, cubiertas todas con bóvedas de cañón, más bajas que las de la nave, .
Los muros del interior del templo, aplanados y pintados a la cal, contrastan con los retablos que engalanan el recinto, tanto los laterales como el central, que destaca por el color azul pálido que luce en columnas y cuerpo.
En el mencionado catálogo también se indica: "El retablo mayor, que cubre la pared del fondo del presbiterio, es de tres cuerpos divididos verticalmente por columnas corintias, entre las cuales y llenando los espacios, se encuentran nichos con esculturas de santos, menos el último cuerpo que tiene un bajo relieve representando al Padre Eterno".
Cuatro imágenes religiosas de madera, al parecer las de mayor antigûedad, están en el retablo principal. Es posible identificar a San Pedro, San Pablo y San Francisco de Asís.
Los altares laterales de la iglesia de Maní también llaman la atención, a pesar del deterioro que presentan en las molduras y figuras de madera.
Al sur del recinto están los retablos de San Antonio y la Virgen de la Luz, en nichos de medio punto.
El texto de construcciones religiosas destaca la belleza del altar dedicado a San Antonio: "Es de un solo cuerpo, dividido verticalmente por cuatro cariátides y ordenado por primorosos bajo relieves, que hacen de él un ejemplar entre los muy contados retablos que se conservan en Yucatán".
El de la Virgen de la Luz es de dos cuerpos y ornamentado con columnas de estilo corintio.
Al norte de la nave del templo están los retablos de la Virgen de la Asunción, de la Pasión o Mater Dolorosa, Santa Lucía y la Sagrada Familia.
El de la Asunción es semejante al de la Virgen de la Luz, pero con columnas salomónicas; los otros, aunque también tienen finos adornos, son menos detallados que los anteriores.
En el área donde funcionó el convento, los pasillos de la planta baja aún guardan fragmentos de pintura mural religiosa y otros elementos pictóricos que denotan la importancia arquitectónica que tuvo en otra época.
Amplias habitaciones, elevadas bóvedas, gruesos muros y estrechos corredores que, pese a los siglos que cargan a cuestas, se mantienen limpios, son el recuerdo presente de la grandeza que acompañó a Maní desde el siglo XV, primero como asentamiento de los seguidores de Tutul Xiu y luego como población colonial.-
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